Seguro que te ha pasado (o conoces a alguien que le ha pasado): te apuntas al gimnasio, sigues una dieta, dices adiós a los ultraprocesados y… nada. La báscula sigue en las mismas. Y ahí es cuando piensas: “¿Pero qué estoy haciendo mal?”. Tranquilo, no eres el único. Vamos a ver las posibles razones por las que tu peso no se mueve y, lo más importante, cómo solucionarlo.
1. El peso no lo es todo (y la báscula tampoco)
Lo primero que debes saber es que el peso es solo un número y, a veces, un número tramposo. Si estás entrenando fuerza, por ejemplo, puede que estés ganando músculo y perdiendo grasa al mismo tiempo, algo que la báscula no refleja. ¿Y qué pasa con la retención de líquidos? Un día comes algo con más sodio de lo normal, bebes menos agua, duermes mal y… voila, pesas un kilo más de la nada. Antes de entrar en pánico, revisa cómo te sientes, cómo te queda la ropa y si estás progresando en otros aspectos.
2. Comer sano no es lo mismo que comer en las proporciones adecuadas
Comer aguacate, frutos secos o aceite de oliva es muy saludable, pero si te pasas con las cantidades, sigues consumiendo más calorías de las que gastas. Y aquí no hay magia: para perder grasa, necesitas un déficit calórico. No se trata de comer menos a lo loco, sino de ajustar las porciones para que tu cuerpo use sus reservas de energía sin quedarse sin gasolina.
3. El ejercicio es clave, pero no lo es todo
Si haces ejercicio dos veces por semana y pasas el resto del tiempo sentado, tu gasto calórico diario sigue siendo bajo. No hace falta que te mates en el gimnasio, pero sí que aumentes tu actividad diaria: camina más, usa las escaleras, mueve el esqueleto siempre que puedas. Y ojo con la mentalidad de “como he entrenado, me merezco un premio”, porque a veces el “premio” suma más calorías de las que quemaste.
4. Los hábitos a largo plazo son la clave
Si estás buscando “dieta para perder 5 kilos en una semana”, mal vamos. No necesitas una solución rápida, sino un cambio sostenible. De nada sirve bajar de peso rápido si luego vuelves a los mismos hábitos de antes y recuperas todo (hola, efecto rebote). Lo importante es aprender a comer bien SIEMPRE, no solo durante unas semanas.
5. La ayuda de un profesional marca la diferencia
Un nutricionista no solo te da un plan, sino que te guía y te ayuda a adaptar tu alimentación según tu estilo de vida, objetivos y necesidades. Porque cada persona es un mundo y lo que funciona para tu vecino no tiene por qué funcionarte a ti.
¡Conclusión!
Si sientes que estás estancado, revisa estos puntos y ajusta lo necesario. Y recuerda: no se trata solo de perder peso, sino de ganar salud y bienestar. Así que paciencia, constancia y, sobre todo, disfruta del proceso. ¡Tu yo del futuro te lo agradecerá!